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Re: Foro 1

por Hugo Donis - Número de respuestas: 0
Bendiciones Hno. Rodolfo.
La conducta como reflejo de las convicciones
El comportamiento humano es una manifestación innegable de la manera en que una persona piensa. Las conductas reflejan las convicciones internas y se alinean con ellas de forma directa. Aunque existen múltiples factores que influyen en el comportamiento, la verdad revelada por Dios constituye la base objetiva sobre la cual debería orientarse la vida moral del ser humano.

No obstante, el ser humano conserva la capacidad de responder a esa verdad con fe, duda o rechazo. Cada una de estas decisiones conlleva consecuencias inevitables. Tal como lo expone el Dr. Raúl Zaldívar, muchos de los patrones de comportamiento observables en la sociedad contemporánea tienen su raíz en el rechazo deliberado de la verdad divina y en la exaltación del razonamiento humano por encima de la revelación. Este desplazamiento de fundamentos produce una ética subjetiva y conductas que contradicen el propósito moral de Dios para la humanidad.

El comportamiento humano puede clasificarse en diversas categorías: bueno o malo, aceptable o inaceptable, prudente o imprudente, entre otras. Sin embargo, todos los comportamientos comparten un rasgo común: son observables. Cada acción comunica un mensaje claro a quienes la presencian, ya sea de manera consciente o inconsciente. Por tanto, el comportamiento no solo es una expresión interna, sino también una forma de comunicación externa que impacta a otros y revela los valores que lo sustentan.

En el ámbito cristiano, Todo nuevo creyente experimenta una transformación interna como resultado de la obra regeneradora del Espíritu Santo. Esta transformación progresiva se traduce en comportamientos renovados, coherentes con la nueva naturaleza en Cristo. No obstante, el verdadero desafío consiste en avanzar diariamente hacia una vida que refleje el carácter de Jesús, con el propósito de convertirse en un modelo digno de imitar (1 Corintios 11:1). Las personas que rodean al creyente pueden ver la obra de Cristo a través de los frutos visibles de esa transformación. Así, el testimonio ético y conductual del cristiano se convierte en una evidencia palpable del poder del Evangelio.