El libro de Bakke toma como base casos reportados en la Palabra de Dios y pone de relieve aspectos cruciales de la
inteligencia cultural y su aplicación en contextos de misión y ministerio, especialmente en entornos urbanos y globalizados, destacando la evolución del cristianismo hacia un movimiento mundial (no exclusivamente occidental. Bakke señala que el centro de la iglesia global ha cambiado, lo que invita a los cristianos occidentales a aprender de las expresiones de fe en otras culturas. Esta transformación implica que la misión ya no es solo una actividad dirigida desde Occidente hacia los seis continentes, sino que ahora se trata de un intercambio más equitativo y enriquecedor entre las diferentes expresiones del cristianismo en todo el mundo.
Además, el libro subraya la importancia de establecer auténticas coaliciones y reciprocidad en el servicio de la iglesia occidental con el pueblo de Dios globalmente. Esto significa que no solo se debe dar, sino también recibir los dones del Espíritu Santo que otros pueden ofrecer. Liberar recursos para enriquecer la iglesia global es crucial para la renovación y salvación de la iglesia occidental, fomentando una relación más equitativa y enriquecedora entre las diversas comunidades cristianas.
La participación de los laicos en la misión es otro aspecto destacado, comparándolos con Ester, quien tuvo una influencia significativa desde una posición aparentemente secular. Los laicos tienen la capacidad de acceder a lugares y esferas donde los misioneros tradicionales no pueden llegar, lo que resalta su importancia en la misión contemporánea.
El contexto de violencia y opresión se aborda mediante el uso del libro de Jonás como ejemplo para compartir el evangelio en medio del sufrimiento. Los cristianos son desafiados a superar ideologías nacionalistas y a comprender que Dios tiene compasión incluso por las personas más violentas. Esta perspectiva invita a una misión más compasiva y abierta, que trasciende fronteras y prejuicios.
La iglesia multicultural de Antioquía se presenta como un modelo de iglesia urbana que cruza barreras étnicas, raciales y socioeconómicas. En Antioquía, la iglesia demostró que Jesucristo no es un dios tribal, y que la diversidad cultural puede unirse en una fraternidad. Este modelo sigue siendo relevante en el siglo XXI, proporcionando un ejemplo de cómo los ministerios urbanos mundiales pueden unirse bajo un propósito común, destacando la riqueza de la diversidad cultural como un activo en la expansión del evangelio.
La adaptación y contextualización se ilustran a través del ejemplo de Pablo, quien ajustaba su método, mensaje y lugar de reunión según la ciudad y la audiencia. Esto resalta la importancia de contextualizar el ministerio en entornos urbanos y globales, asegurando que el mensaje del evangelio sea relevante y accesible para todos.
Bakke promueve una visión de la misión que es global, inclusiva, contextual y que valora la diversidad cultural como un activo en la expansión del evangelio. Al reconocer y aprender de las diversas expresiones de fe en todo el mundo, los cristianos pueden participar en una misión más rica y significativa, con más posibilidades de dar en el blanco a la hora de evangelizar y hacer misiones, mostrando la
inteligencia cultural como un imperativo para misioneros, evangelistas y la iglesia en general, la cuál ha sido llamada a transpasar las barreras y hacer discípulos de Jesús en todas las etnias,.