La consejería no es trabajo fácil, requiere mucho compromiso y dedicación, por eso la importancia de aprender a poner limites sanos, que nos ayuden a tener un equilibrio entre nuestra vida personal y la vida del “aconsejado”. Debemos entender que nosotros no podemos obligar a las personas a cambiar, y aunque ciertamente nos gustaría que siguieran el consejo que les damos, debemos estar preparados para saber que esto no siempre pasara. En ese sentido el no involucrarnos personalmente en la situación del aconsejado es importantísimo para no llegar a un punto en el que nos sintamos agobiados por la situación que el o ella este pasando. Pues debemos recordar que nosotros únicamente brindaremos consejo, u opinión, y es la persona quien decidirá si lo toma y lleva a cabo, o lo deja y hace caso omiso a nuestras palabras. Para finalizar debemos recordar que nosotros estamos para escuchar a las personas y tratar de instruirlas por el buen camino, así como Jesús lo hizo.